El problema de que el Labradoodle no sea un perro de raza, hace que cualquier club o asociación ponga un estándar de raza y no haya una unanimidad en cuanto a qué debería ser un Labradoodle. Que no haya una guía única sobre lo que debería ser un Labradoodle hace que cualquier persona pueda llamar a sus perros Labradoodle y que las familias no sepan exactamente que es lo que deberían esperar de su perro. Las inconsistencia entre los diferentes estándares de raza hace que perros que se denominan Labradoodle sean muy diferentes entre ellos.
El gran problema del Labradoodle se encuentra en la popularidad que tuvo cuando aún no había sido establecido como raza. En seguida, criadores sin conocimientos comenzaron a hacer sus propios cruces, crear sus clubes y escribir sus propios estándares de raza. El resultado fue nefasto, ya que la raza fue perdiendo aquello que la hizo famosa: ser perros hipoalergénicos con un temperamento apto para ser perros de asistencia. A favor de la estética, se hicieron infusiones con perros que desequilibraron el temperamento del perro y supusieron que el Labradoodle siguiera considerándose un buen perro para realizar terapias o asistencia. Y así fue como surgió la necesidad de desarrollar la raza Australian Cobberdog, que es lo que el Labradoodle debió haber sido: Una raza de perro hipoalergénica con gran potencial para ser un perro de terapia o asistencia.
El Labradoodle fue creado para convertirse el perro hipoalergénico con las cualidades ideales para ser un buen perro de terapia o asistencia, sin embargo su objetivo se perdió en su desarrollo. Es el Australian Cobberdog el perro que ha asumido este objetivo y se ha establecido como raza para garantizar que todos los Australian Cobberdog son lo que deberían de ser: un gran perro de familia con gran potencial para desarrollar su labor como perro de terapia y asistencia.